
Entre las infinitas desolaciones amorosas del hombre, se manifiesta que uno no esta en casi ninguna parte. Sin embargo, al explicar el cosmo se confunde la dicha del amor o al contrario, a veces se piensa que amor y pena son lo mismo, renaciendo el odiado paradigma que se creía haber destruido en el pasado, especialmente en el barrio simbólico de la ciudad “Angel Gris”, y el figurado lugar augura el mitológico amor, que es también el lugar del desencuentro que un instante se pierde la dignidad honrada del corazón o tal vez del propio hombre. Y es que el amor se viene dilatando desde tiempos antiguos, los tiempos dorados que se dicen haber amado, hoy son casi siempre radiantes o malgastados, o es que este arte necesita la nostalgia. El artista por naturaleza es el mismo si posee un don, pero no puede ser él si no se ha perdido algo, y los afortunados poetas que aparecen como una compadrada de mercaderes millonarios en un mercado infinito, y que sus poemas de amor satisfacen el ansia de un pueblo depravado o tal vez enervado, es a partir de ese momento que los poetas fueron artistas porque perdieron o sufrieron en esta vida, siendo el amor el escape perfecto o la muerte segura de esta realidad, por ello se buscaba el desengaño, irónicamente todos somos poetas en búsqueda de un verso galán, sorprendiendo al mismo creador quedándose a mitad del camino y otros aun siguen corriendo. La recompensa del artista es ser amado, y cual reflejo insita a la triste imagen de un cantado vals melancólico al solo efecto de seducir por una noche de sexo o por un relámpago de muerte. OH! Es así como comienza un círculo vicioso, aunque hoy se enamora al gran paso globalizado, se deslumbra la sinceridad del corazón con el dinero, tergiversando la idea central de cómo nació el amor. Extorsionados, adinerados, bondadosos o inteligentes piensan los muchachos sin vocación artística, y es ahí donde el concepto aforista extrajo de estas realidades la conclusión modesta: si no fuera por el amor, nadie haría gran cosa, aunque las beligerantes mujeres objetan que estos pensamientos son absolutamente reservados a la conducta masculina y es que se creía que las mujeres hacían de ellas mismas un hecho artístico. Belleza y juventud, aclaran dos virtudes que tal vez son una sola estableciendo el orden de cualidades en un rapto de arbitrariedad moderna en cierto punto, y pretérita en su teoría dejando a muchedumbres de fachosos que polemizan su derecho al ser amado por su limpieza, trayectoria comercial o apellido ilustre. La inteligencia y bondad es retórica en un mundo globalizado que trae la tecnología como herramienta “estratégica” para el desarrollo, y es que ya no existe la moral dejándonos instruir erróneamente por un gran moustro que sutilmente destruye sentimientos y corazones, sin mencionar nuestra vida, y a pesar de ser espiritual o estúpida la idea el amor es una flor exótica cuyo hallazgo ocurre muy pocas veces. Si pusiéramos aquella flor exótica en una puerta y a otra a miles de niños hambrientos (simbólicamente somos nosotros), y que se conmueva una sola alma, tal vez solo una entre las mil tenga un corazón que se impresione por nosotros, y las distintas por la escalofriante y extraordinaria flor. La cuenta es sencilla: sin contar percepciones engañosas y desilusiones posteriores, la posibilidad de un amor correspondido es de una en un millón. No esta tan mal, después de todo, sabiendo que el sentimiento bondadoso es una herramienta para amar. La especulación de espíritus obtusos en conceptos arruinan falsas excusas, nuevas y arcaicas del hombre. Si es más noble para el corazón soportar las flechas y pedradas de la áspera fortuna o armarse contra un mar de adversidades y darles fin en el encuentro, estamos equivocados, el artista debe encontrar la mezcla exacta entre la razón y el instinto que releva lo natural y extraño del pensamiento humano, tal vez como un amor inmortal: “…Romeo y Julieta encontraron la mezcla ideal de los dioses del amor entre la penumbra y las lágrimas, apreciando las sonrisas del alma…”, la plenitud de un largo trajín que pintamos y aceptamos son las lagrimas que muestran el sin sabor del engaño y el dolor, y no existen escrituras de cómo amar verdaderamente, y es que si existe ese amor verdadero, el problema es que nosotros no aprendemos amar, hundiendo la entraña oscura del arte en un océano, y nos coronamos de victoria mostrando nuestras armas abolladas como hidalgos, y gritamos llorando: “He aquí lo que son las cosas” cuando el criado se porta con su amo como un perro y el espejo refleja la tumba y los corazones al compás del canto de batalla da saltos por su amor e inútilmente nos enseñan que para el amor no hay reglas y coexiste una guerra.
Como Romeo, como la razón de muchos escritos vacíos, podría decir y todo emocionado podrá el cuerpo descansar, quieto, muerto y al morirse en la alta confianza de que este vivir mío no era sólo mí vivir, que era nuestro engaño lo que no nos deja vivir, y el mundo con falsas profecías, cartas, sueños, sentimientos enfrentan un odio mortal. Amar y el ser amado desliza y delira en nuestra mente, y el solo creador podrá salvarnos después de muertos.
“…El universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia, y la ausencia del universo en mis ojos descubre el amor por el arte…”
Coexistiendo en mis palabras…