viernes, 3 de octubre de 2008

Art of Art


Estupida la creencia de un amor real en un mundo imaginario, o un amor idealista en un mundo objetivo, se ha hecho tan difícil poder sentir ese sentimiento tan especial en nuestros corazones pero tan fácil decirlo, y la vaga encendida chispa que ilusamente debemos mantener viva en lo profundo de nuestro ser se trasforma en un paradigma juvenil extenso y extenso es el lugar para calentar el frió mundo de nuestro mundo y de ese amor sagazmente fútil.
Un amor, como el ser humano es invisible, y el ser tan frió aparentando calor le damos aire de fallecer a la persona que amamos o que posiblemente que no amamos, cambiando conceptos personales y despojando su propio yo, aparentando aceptar defectos y virtudes, absorbiendo el tiempo como su sangre hasta por fin dejarla tirada en el fondo de nuestro orgullo y acrecentando la terrible esencia de nuestro yo, es obvio, ese amor no podemos ni tocarlo, y tal vez ni sentirlo, pero necesita aire, alimento y agua como nosotros para seguir existiendo.
¡Amar...es un arte!, que lindo pareciera admirar los humanos al increíble autor de aquella frase, obvio, él pensó que idealmente se puede crear o se puede componer los sentimientos de cada uno de los corazones de cada ser increíble y divinamente creado, pero que desilusión se llevó o tal vez murió, como muchos amores, enfermizos y alegres, los alegres pudieron consolar lo brillante del sol al reflejar el continente ártico de nuestro cuerpo fabricando así la tormenta como en cada lugar de este repugnante lugar, es misterioso e increíble pero la humanidad lo trasformó.
El arte de cantar, bailar de llorar y reír, es un arte falso y verdadero, como la tierra, como el humano en su angelical y diabólico pensamiento, aquel que damos agua en su sed, cuando lo dejamos salir de nosotros, ese océano de lagrimas que nos llena y lo dejamos fluir hacia ese ser que amamos o tal vez que deseamos matar. La naturaleza del amor se hace parecer tanto a lo real y que añoramos el amor de turno, la enamorada o el esposo, es que será que somos tan extraños que inundamos la mezcla exquisita de alegría con todas esas vibraciones positivas y con nuestras tristezas, amarguras, arrepentimientos, que ligeramente pudren nuestro sincero y cordial cariño, y es que “ no podemos separarnos de nuestro alimento”, y el fantástico concepto decía alguna vez “ hay momentos para todo”, recuerda que nacimos para tener problemas y para sufrir, de acuerdo a la teoría religiosa (escrita por algún profeta que singularmente sintió amor pero no enloqueció) por la culpa de nuestro padres de la antiquísima época mundial, y seguramente aparentaron para no ser castigados, es decir, ni se amaron.
Y ahí viene el falso secreto del amor verdadero, y del que “no importa cual sea el tipo de amor”, ni “quien amamos”, es estupido creer que somos feliz tratando de hacer feliz a otros, y la naturaleza de nuestra espada es esa, pero será que el hombre es demasiado humano para sentir aquello, a pesar que somos artistas engañando y engañándonos, y sobrellevando el ideal marcado del ser artistas de nuestro interior, el escenario para la hipócrita actuación parecido al matrimonio de los tantos miles y miles que se logran realizar en el mundo, esta sobre el papel que obteniendo ese pequeño grano de arena del desierto será lo máximo que podríamos lograr en nuestra vida, pero solo sobre el papel.

¡Eso es el arte de amar!, que contribuye a las cenizas de la cumbre mundial del amor, y ese arte es el arte humano, el arte de matar y matarse…

Diminutamente ideal…



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