
“Cualquier parecido o discontinuidad con la realidad es mera coincidencia…”
Una vez más, Tacna se encontraba en pie de lucha. Sistemáticamente, el Gobierno se hacia el loco e ignoraba los justos reclamos de la población, incumpliendo las cuatro promesas electoreras que había hecho en campaña y como consecuencia, los mercadillos seguían vacios, sin caseros.
Por lo que un día, en una asamblea donde corrieron piedras y botellas, decidieron salir a las calles. Eran tiempos violentos. Por las principales avenidas de la Ciudad, avanzaba un verdadero mar humano, cada cual con una llanta, y hasta había quienes, impulsados por el odio, llevaban una llanta de tractor; trapos, cartones, muñecones, botellas descartables, todo seria quemado en la Plaza de Armas al son de arengas de guerra.
A la hora indicada, la plaza se convirtió en un verdadero infierno, y tal como suele suceder, al cabo de un rato, se acabó la imaginación y las arengas repetían monótonamente lo mismo:”El pueblo, unidos, jamás será vencido”, “Pueblo, escucha y únete a la lucha”
Justo por aquellos días, la parafernalia militar de Bush había invadido Iraq ante el repudio de la opinión mundial, y como el resentimiento aun estaba fresquito, alguien no tuvo mejor idea que arengar contra el genocidio: “¡Bush asesino!”, “Que muera Bush”, ¡Hay que declarar la guerra a Bush! Decía la turba en los precisos instantes e que Jane Smith pasaba por el costado de la plaza rumbo al aeropuerto.
Al llegar a Washington, John Smith recibió a Jane, su madre, quien escandalizada y en tono indignante le contó que e Tacna había visto con sus propios ojos y escuchado con sus propios oídos que iba a declarar la guerra a Bush y que, de hecho, ya lo estaban haciendo. Esa noche, John Smith, asesor del Presidente, e reunión con el mismísimo Bush, le comentó la nueva. “¿Tacna?” preguntó Bush, “y ¿Dónde queda?”, “Bueno”, respondió Smith algo nervioso. “Tacna es un país que queda entre Perú y Chile”. “¿Perú y Chile?”. “Entre Machu Picchu y el desierto de Atacama y su sistema político es una curiosa monarquía donde los reyes tienen nombres raros: El Rey del Whisky, la Reina de la Papa, el Príncipe del Pollo, El Gordito Simpaticón, etc.” Bush quería encontrar una solución a la amenaza de una declaración de guerra de un país desconocido, así que preguntó a su asesor: “Y tú ¿Qué sugieres?”. “Pues adelantarnos y declararles la guerra primero”, “¿Y si nos ganan?” respondió Bush.
Smith, el asesor, embuido con mucha paciencia y algo de humor, explicó al inexperto Presidente que lo de la declaración de guerra era un mero formulismo que muy difícilmente se convertiría en algo real y cuya finalidad era la de constituirse e una amenaza para los reinos de la región; algo así como una arma disuasiva. “Ah”, dijo Bush, “Entonces, encárgate de eso.”
Smith dictó a su secretaria la declaración de guerra. “¿Y como se escribe Tacna?”, preguntó ella. “Busque en el mapa”, respondió el asesor. Así que fue al mapa y buscó: “Ta, ta, ta, ta…ajá, aquí está: Tarma” y envió la declaración de guerra a Tarma.
Es de saber que Tarma es un pueblo serrano enclavado en los Andes centrales, sus noches de infinitas estrellas eran también plácidas y serenas como todas sus noches desde la creación. La alcaldía quedaba en una tienda de abarrotes, y el alcalde dormía en la misma tienda, y el despacho consistía en un escritorio con la banderita del Tahuantinsuyo, y en medio del escritorio la más preciada posesión de la comuna, un telefax.
A media noche sonó el fax y Jacinta, la mujer del alcalde, fue y regreso absolutamente intrigada: “Oye ¿Quién es ese tal Bush ah?”, le preguntó a su marido. “¿Bush? No sé, ¿Por qué ah?” “¡Porque nos acaba de declarar la guerra!. Presto y llano, a primera hora el alcalde convocó a sus regidores a una sesión de emergencia para tratar de descubrir quien ofendió a ese tal Bush y, lo que era más importante, saber quien era ese osado caballero con apellido de vaquero que se atreve a declarar la guerra a Tarma. Pancracio, el teniente alcalde, culpó a Dionisio solamente por ser regidor de oposición. Dionisio dijo que todo era una persecución política y que se había montado un complot en su contra tramado por su archienemigo Tiburcio. Iracundo y dueño de una retorica feroz, Tiburcio demostró que todo era una cortina de humo para distraer la atención de los graves casos de nepotismo y corrupción recientemente descubiertos en la comuna, Y así, se armó el mas grande entripado en la historia de Tarma. Tiempo después, el pueblo revocó al alcalde de Tarma por urdir estratagemas extravagantes con el fin de ocultar su incapacidad para administrar la ciudad.
Los mercadillos de Tacna aun esta a la espera de los caseros, John Smith fue ascendido por su genial iniciativa que, aun hoy, mantiene la paz e la región, y Bush, bueno, cuando concluyó su mandato se convirtió en Islam, se nacionalizó iraquí y compró una gran cantidad de pozos de petróleo, y allí, en medio del desierto, construyó su racho al mas puro estilo tejano. Cuando se levanta por las mañanas, Bush abre las ventanas y sus ojos azules se ilumina y su espíritu se regocija en el mas sublime beneplácito al observar sus pozos, vacios y secos, pero eso no importa, pues solo así se siente como una cabra en el monte.
No traten de creer en todo lo que he escrito, es mentira, como la misma Tacna.
Una vez más, Tacna se encontraba en pie de lucha. Sistemáticamente, el Gobierno se hacia el loco e ignoraba los justos reclamos de la población, incumpliendo las cuatro promesas electoreras que había hecho en campaña y como consecuencia, los mercadillos seguían vacios, sin caseros.
Por lo que un día, en una asamblea donde corrieron piedras y botellas, decidieron salir a las calles. Eran tiempos violentos. Por las principales avenidas de la Ciudad, avanzaba un verdadero mar humano, cada cual con una llanta, y hasta había quienes, impulsados por el odio, llevaban una llanta de tractor; trapos, cartones, muñecones, botellas descartables, todo seria quemado en la Plaza de Armas al son de arengas de guerra.
A la hora indicada, la plaza se convirtió en un verdadero infierno, y tal como suele suceder, al cabo de un rato, se acabó la imaginación y las arengas repetían monótonamente lo mismo:”El pueblo, unidos, jamás será vencido”, “Pueblo, escucha y únete a la lucha”
Justo por aquellos días, la parafernalia militar de Bush había invadido Iraq ante el repudio de la opinión mundial, y como el resentimiento aun estaba fresquito, alguien no tuvo mejor idea que arengar contra el genocidio: “¡Bush asesino!”, “Que muera Bush”, ¡Hay que declarar la guerra a Bush! Decía la turba en los precisos instantes e que Jane Smith pasaba por el costado de la plaza rumbo al aeropuerto.
Al llegar a Washington, John Smith recibió a Jane, su madre, quien escandalizada y en tono indignante le contó que e Tacna había visto con sus propios ojos y escuchado con sus propios oídos que iba a declarar la guerra a Bush y que, de hecho, ya lo estaban haciendo. Esa noche, John Smith, asesor del Presidente, e reunión con el mismísimo Bush, le comentó la nueva. “¿Tacna?” preguntó Bush, “y ¿Dónde queda?”, “Bueno”, respondió Smith algo nervioso. “Tacna es un país que queda entre Perú y Chile”. “¿Perú y Chile?”. “Entre Machu Picchu y el desierto de Atacama y su sistema político es una curiosa monarquía donde los reyes tienen nombres raros: El Rey del Whisky, la Reina de la Papa, el Príncipe del Pollo, El Gordito Simpaticón, etc.” Bush quería encontrar una solución a la amenaza de una declaración de guerra de un país desconocido, así que preguntó a su asesor: “Y tú ¿Qué sugieres?”. “Pues adelantarnos y declararles la guerra primero”, “¿Y si nos ganan?” respondió Bush.
Smith, el asesor, embuido con mucha paciencia y algo de humor, explicó al inexperto Presidente que lo de la declaración de guerra era un mero formulismo que muy difícilmente se convertiría en algo real y cuya finalidad era la de constituirse e una amenaza para los reinos de la región; algo así como una arma disuasiva. “Ah”, dijo Bush, “Entonces, encárgate de eso.”
Smith dictó a su secretaria la declaración de guerra. “¿Y como se escribe Tacna?”, preguntó ella. “Busque en el mapa”, respondió el asesor. Así que fue al mapa y buscó: “Ta, ta, ta, ta…ajá, aquí está: Tarma” y envió la declaración de guerra a Tarma.
Es de saber que Tarma es un pueblo serrano enclavado en los Andes centrales, sus noches de infinitas estrellas eran también plácidas y serenas como todas sus noches desde la creación. La alcaldía quedaba en una tienda de abarrotes, y el alcalde dormía en la misma tienda, y el despacho consistía en un escritorio con la banderita del Tahuantinsuyo, y en medio del escritorio la más preciada posesión de la comuna, un telefax.
A media noche sonó el fax y Jacinta, la mujer del alcalde, fue y regreso absolutamente intrigada: “Oye ¿Quién es ese tal Bush ah?”, le preguntó a su marido. “¿Bush? No sé, ¿Por qué ah?” “¡Porque nos acaba de declarar la guerra!. Presto y llano, a primera hora el alcalde convocó a sus regidores a una sesión de emergencia para tratar de descubrir quien ofendió a ese tal Bush y, lo que era más importante, saber quien era ese osado caballero con apellido de vaquero que se atreve a declarar la guerra a Tarma. Pancracio, el teniente alcalde, culpó a Dionisio solamente por ser regidor de oposición. Dionisio dijo que todo era una persecución política y que se había montado un complot en su contra tramado por su archienemigo Tiburcio. Iracundo y dueño de una retorica feroz, Tiburcio demostró que todo era una cortina de humo para distraer la atención de los graves casos de nepotismo y corrupción recientemente descubiertos en la comuna, Y así, se armó el mas grande entripado en la historia de Tarma. Tiempo después, el pueblo revocó al alcalde de Tarma por urdir estratagemas extravagantes con el fin de ocultar su incapacidad para administrar la ciudad.
Los mercadillos de Tacna aun esta a la espera de los caseros, John Smith fue ascendido por su genial iniciativa que, aun hoy, mantiene la paz e la región, y Bush, bueno, cuando concluyó su mandato se convirtió en Islam, se nacionalizó iraquí y compró una gran cantidad de pozos de petróleo, y allí, en medio del desierto, construyó su racho al mas puro estilo tejano. Cuando se levanta por las mañanas, Bush abre las ventanas y sus ojos azules se ilumina y su espíritu se regocija en el mas sublime beneplácito al observar sus pozos, vacios y secos, pero eso no importa, pues solo así se siente como una cabra en el monte.
No traten de creer en todo lo que he escrito, es mentira, como la misma Tacna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario