
El amor de Epsilon y Amaujen inquietaba a todo el pueblo, es imposible que disfruten de su compañía, nadie lo podía permitir en su sano juicio; el impedimento residía en que nadie tenía la capacidad de distinguir el sexo de cada uno. Eran seres muy particulares, jamás habían visto algo así sobre la tierra.
El cura párroco puso el grito en el cielo, temió tal vez, estar bendiciendo una relación homosexual, o peor aún una relación de amor. Cuando les preguntaban que eran, indefectiblemente, tanto Epsilon como Amaujen respondían "somos", esa respuesta alimentaba más, los ánimos inquisidores. Para no precipitarse, el sacerdote, ordenó una reunión de las personas más destacadas del pueblo, destacadas por seso y bolsillo, según algunos que tenían seso y bolsillo también, creo que según ellos, valga la redundancia. En unos prudentes tres minutos y medio lograron llegar a una conclusión, deberían apresar a los dos, en lugares separados, hasta que crezcan y se olviden de su insolencia.
Eso nunca ocurrió; primero los fueron a buscar, no los hallaron, un informante infaltable dijo que habían huido al bosque. Y allí tuvo lugar una gran persecución, la turba pronto logró acorralar a la pareja........... Amaujen sucumbía a sus nervios, la piel le temblaba a punto de estallar. Epsilon quiso la última ternura, acarició su rostro y de puro rubor le robó el lunar de la mejilla a Amaujen, lo lanzó a la tierra. Se abrazaron haciéndose uno, a los ojos de los demás se empequeñecían (pero eran más grandes que nunca), cayeron encima del lunar que se transformó en una mariposa, se fueron volando, a algún lugar bien alto, no sé
Ángel Rodríguez
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